Torre Fuerte

Proverbios 18:10 "Torre Fuerte es el nombre del Señor, a ella correrán los justos y se pondrán a salvo"

martes, 5 de agosto de 2008

Principios Bíblicos

A partir del 6 de agosto se inician sesiones de principios bíblicos. Se invita a toda la congregación a participar. Todos los miércoles de agosto a las 8:15 p.m.

jueves, 4 de octubre de 2007

Defendamos la Corona

Algunas personas se han quedado estancadas en el pasado y piensan que no es necesario cambiar. La Biblia nos enseña a entender las cosas que van a venir para que no estemos anclados en lo que pasó. Apocalipsis es un libro del porvenir que nos mantiene despiertos cuando la mayoría de las personas se están durmiendo.

Dormirse en la vida lo hace las personas que están desconectadas, inconscientes de las verdades espirituales. Dichas personas resultan muy peligrosas. ¿Cuántas personas han muerto en las carreteras porque un conductor se quedó dormido? Así ocurre en lo espiritual.

Apocalipsis es un libro de lo que viene, pero para que sepamos qué hacer en el presente y sepamos lo que van a demandar de nosotros esos tiempos. Al ser concientes de esas verdades, nos prepararemos de manera adecuada. Así como nos preparamos para la vejez (supongo), debemos prepararnos para los días del futuro y que no lleguemos en forma incompetente. Lo que somos hoy, lo seremos de forma amplificada mañana. Si hoy somos avaros, mañana lo seremos al doble o al triple. Tenemos que decidirnos hoy a hacer las cosas. No sabemos el tiempo que tendremos disponible por delante. Por eso Dios nos avisa de lo que viene.

Apocalipsis es un libro que habla del dolor que va a venir al mundo. Primero el dolor y luego la alegría porque iniciara el reinado de justicia de Jesús.

Apocalipsis 3:7-11 Es la visión futura para algunas personas que vivimos en este tiempo, de hecho una advertencia.
"Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir:
Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre. Voy a hacer que los de la sinagoga de Satanás, que dicen ser judíos pero que en realidad mienten, vayan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Ya que has guardado mi mandato de ser constante, yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra. Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona.
(Apocalipsis 3:7-11)

Si en este momento falleciéramos y fuéramos llevados a la presencia de Dios, ¿tendríamos honra? ¿Estarían las joyas de nuestra corona completas? Este pasaje nos dice que la corona que no somos capaces de retener, pueda ser trasladada a otra persona.

En este mundo todo gira alrededor de la gloria y la alabanza que viene de alguien. Noten por ejemplo la cara del jugador que acaba de anotar un gol en un mundial. Pero esa gloria es de papel, lo importante es la gloria de Dios. ¿Él aplaudiría lo que estamos haciendo esta semana? No importa lo que dice quien está a nuestro lado, sino lo que dice Dios. La gloria que viene de Dios es lo único que vale. Al morir nuestros bolsillos van a estar vacíos, la cuenta del banco se va a quedar aquí. Todo lo terrestre es efímero. Hagamos de nuestra vida el tipo de vida que Dios puede coronar estando en su presencia.

Si desfallecemos por los problemas que tenemos, perdemos la corona, si insistimos en vivir en pecado, si continuamos viviendo a nuestra manera, si fallamos, etc., igual la perdemos. Y no podemos decir: “es que todos lo hacen,” y “es que a nadie le importa.”

Dios se acerca y nos dice en voz baja: A mí me importa.

Vendrá un tiempo en que alguien o algo va a tratar de venir a robar lo que es nuestro: nuestra corona. No la entreguemos, Lo que Dios nos ha dado, nos pertenece.

viernes, 28 de septiembre de 2007

La Oración

Jesús nunca enseñó homilética (ciencia de exponer la Palabra desde un púlpito) a sus discípulos, pero en cambio sí les enseñó a orar. Jesús quería que conocieran el poder de Dios para que ellos tuvieran poder con los hombres, porque de la oración se deriva el poder.

Hay muchas necesidades en la vida que solamente pueden ser satisfechas por Dios.
Pero para algunos, Dios no va a hacer nada hasta que no los tenga en Su Presencia.

Ahora bien, para que la oración “llegue” a Dios y se pueda ver a Dios obrando, debe contener dos ingredientes: la fe y el fervor. Las dos cosas deben ir de la mano. Si faltan, la oración es probablemente inútil.

Hay gente que ha tenido tantas derrotas en su oración que se la encargan a otros. Llegan a la conclusión, expresada o no de que no saben cómo orar. Entonces necesitamos entender lo que es la Fe y el Fervor y cómo funcionan en la vida espiritual.

Un hombre en peligro en la cima del volcán gritó: “Dios, por favor socórreme.” Esto es fervor, cuando todos los demás recursos se han agotado. Cuando clamamos con este tipo de fervor es cuando Dios escucha nuestras oraciones. En cambio, cuando hay apatía, Dios no escucha. Dios dice: ¿Para qué actúo, si no están realmente pidiendo que yo actúe? Les falta pasión y fervor.” Notemos que no necesariamente son gritos, fervor es estar a punto de ebullición.

Abundancia de pan y ociosidad en exceso, es lo que muchas veces aparta a la gente de Dios. Las iglesias más fervientes son las que padecen necesidad. Un ingrediente que Dios necesita para hacer los milagros es un corazón ardiente.

Lo que hizo que aquel hombre del volcán clamara con fervor, fue darse cuenta que sin Dios no podía hacer nada. Un acto de desobediencia o una serie de desobediencias nos puede colocar en el centro del cráter. Dios aún allí nos oye si clamamos con fervor.

Este hombre fue rescatado por su maestro que ya le había advertido de no ir allí. La historia nos hace resaltar la importancia de la seriedad y la sinceridad de la oración.

Lo que no podemos lograr por medios propios lo logramos a través de la oración.
Dios tiene que primero cerrarnos todas las puertas para que oremos con fervor. No importa la cantidad de palabras, la elocuencia, lo prolongado de las oraciones, lo dulce de la voz, lo bien establecidos que estén los puntos, lo bien organizados, la teología, nada de esto… Dios no mira si las rodillas tienden callos o los zapatos gastados. Lo único que hace que Dios se mueva es el fervor de la oración.

La contraparte del fervor es la conmiseración. Dios no escucha las oraciones (de lástima) de conmiseración por uno mismo.

Cuando David oyó cómo los filisteos (Goliat) blasfemaban a Dios, David le dijo al Rey “Yo lo voy a enfrentar”. Tenía fe y fervor. “Quién es este incircunciso que blasfema al ejército del Dios viviente” (fervor). “Yo me enfrenté con un oso y Dios me libró… también me librará” (fe).

Jesús enseñó: “Cree, y lo vas a recibir”, pero pidámoslo con fervor. Así como un cadáver no es un hombre, una oración fría no es una oración viva. ¿Y si Dios no nos responde? Ese es asunto de Dios.

Necesitamos la ayuda de Dios, no la del hombre. Decía un escritor respecto de David. “La incredulidad dice: no puedo alcanzarlo. La fe dice: ya lo tengo.”

Marcos 7:24-29 Es un gran ejemplo de fe y fervor:
Y levantándose de allí, se fue a los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en casa, quiso que nadie [lo] supiese; mas no pudo ser escondido. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se echó a sus pies. Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. Más Jesús le dijo: Deja primero saciarse los hijos, porque no es bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Y respondió ella, y le dijo: Sí, Señor; pero [aun] los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.

Ciertamente son palabras duras, pero es una verdad espiritual. Debemos orar con el fervor de creer que una migaja de Jesús es suficiente.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Venciendo las Preocupaciones

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Filipenses 4:6

El número de personas preocupadas va en ascenso en todo el mundo al igual que las enfermedades sicosomáticas. ¿La razón? Las preocupaciones.

Cuando éramos niños nos dormían con una historia de hadas con final feliz, pero hoy en día nos vamos a la cama luego de escuchar las noticias y la gran mayoría de estas incrementan las preocupaciones.

Una figura de triunfo en la Biblia es el águila, un animal que es capaz de volar por encima de la tormenta. Aplicado a los humanos, ello significaría que podríamos ser capaces de remontarnos por encima de las circunstancias. Lo opuesto al águila es la gallina, un ave que no puede volar. No se ofenda, pero en este aspecto, tristemente actuamos como las gallinas frente a nuestros problemas.

Dios desea que tengamos control de nuestra vida. Muchas veces los problemas comienzan a ejercer presión y nos obligan a tomar decisiones apresuradas. Las preocupaciones son un fuerte generador de presión interna y no nos dejan asirnos a Dios a pesar de que los Salmos están llenos de la palabra: “Esperaré…”

En lugar de esperar, nos vienen a la mente preguntas y frases de urgencia: “¿Cómo le voy a hacer?,” “Es que es urgente,” etc. Ellas son el resultado de la presión, nos obligan a tomar decisiones YA y además acallan lo que es importante. Entonces las preocupaciones nos roban aquello que vale la pena.

En Filipenses 4:6 se nos indica que aprendamos a orar, que tomemos cada problema como una oportunidad de acercarnos a Dios y a usar esa situación para aprender a ser específico ante Dios. Ciertamente hay poder en la oración y no se diga en la respuesta de Dios. Desatemos dicho poder.

Algunos consejos para tratar de disminuir la presión de las preocupaciones:
1. Identificar el límite de lo que podemos hacer. Mucha gente vive fuera de ese límite, como los que piden prestado más allá de su capacidad de pago. Los límites, al igual que la medida de fe, son diferentes para cada persona. No deberíamos hacer nada que esté fuera del alcance de nuestra fe y además seamos congruentes con nuestra verdadera fe, no con la que creemos tener.

2. Determinar el límite de nuestra responsabilidad. Y es que muchas veces asumimos responsabilidades que no son propias, ya sea por presión externa o incluso por manipulación. De hecho no deberíamos asumir ni siquiera los problemas de nuestros hijos. Debemos educarlos y guiarlos en su crecimiento, si, pero no comprar sus problemas una vez que salieron de nuestra protección.

3. Si las preocupaciones sobrevivieron los puntos anteriores, debemos llevarlas en oración ante Dios y soltarlas. No es suficiente orar, sino en fe asignar el resultado a Dios. Con esto la responsabilidad de producir una solución favorable a nuestro problema que se salió de control, recae en Dios. No se trata de no hacer nada por el problema, se trata de hacer lo que esté en nuestras manos, pero sin "estresarnos" por el desenlace, el cual dejamos en las manos de Dios.

Y por supuesto, debemos dar gracias a Dios después de orar.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Sólo en Su Presencia

Muchas de las cosas que Usted realmente necesita sólo las puede encontrar en la presencia de Dios.

Muchas de las vidas a nuestro alrededor están secas. Así como a los maniquíes o figuras de cera, que no importa que tan bien estén hechos, les falta vida, así hay muchos creyentes hoy en día: sin vida espiritual.

La gente busca de mil maneras el tener vida: se enreda en relaciones indebidas, se la pasa viendo excesiva televisión para sentir la vida a través de otros, los jóvenes participan en deportes extremos, etc. Muchas veces lo anterior ocurre de forma inconciente, sin embargo ocurre para poder darnos cuenta que nos falta la presencia de Dios. Cuando todo lo mencionado, a pesar de las emociones fuertes que son capaces de despertar, no dejan más que sensación de hastío, de aburrimiento, de vacío, ya llegamos al punto en que podremos ser capaces de percibir lo importante.

¡Dios, Dios mío eres tú!
¡De madrugada te buscaré!
Mi alma tiene sed de ti,
mi carne te anhela
en tierra seca y árida
donde no hay aguas,
para ver tu poder y tu gloria,
así como te he mirado en el santuario.
(Salmo 63:1-2)

La verdadera necesidad es espiritual. Mientras una iglesia dependa de las cosas terrenas, no puede ser espiritual. La gente que cambia de iglesia porque no se sienten “llenos,” está equivocada. Ser creyente no es asunto de los domingos.

Los que transforman este mundo no son los que oyen de Dios, sino los que tuvieron una experiencia personal con Dios. Eso es lo que el pueblo necesita. La sequedad que mencionamos antes, es por falta de esa experiencia. No olvidemos que estamos en esta tierra para adorar a Dios, ya que es lo único que podemos darle, pero no se puede adorar lo que no se conoce.

Porque mejor es tu misericordia que la vida,
mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida;
en tu nombre alzaré mis manos.
Como de médula y de grosura será saciada mi alma,
y con labios de júbilo te alabará mi boca.

(Salmo 63:3-5)

Las necesidades se suplen en Su presencia. Ni la comida en exceso, ni las drogas, o cualquier otro paliativo, sacian como Su presencia.

Se alegrarán el desierto y el erial;
la estepa se gozará y florecerá como la rosa.
Florecerá profusamente
y también se alegrará y cantará con júbilo;
la gloria del Líbano le será dada,
la hermosura del Carmelo y de Sarón.
Ellos verán la gloria de Jehová,
el esplendor del Dios nuestro.
(Isaías 35:1-2)

La risa es superficial, el gozo es profundo. Cuando la presencia de Dios está en nuestro espíritu, el gozo aflora y no requiere mayor esfuerzo la sonrisa, los rostros felices. Es un gozo que no depende de las personas que nos rodean o de las circunstancias. Debemos entonces enfrascarnos en una búsqueda insaciable de ese gozo que proviene de Dios.

¡Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles!
Decid a los de corazón apocado: «¡Esforzaos, no temáis!
He aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago;
Dios mismo vendrá y os salvará».
Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los oídos de los sordos.
Entonces el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque aguas serán cavadas en el desierto y torrentes en la estepa.
El lugar seco se convertirá en estanque y el sequedal en manaderos de aguas.
La guarida de los chacales, donde ellos se refugian, será lugar de cañas y juncos.
Y habrá allí calzada y camino, el cual será llamado Camino de Santidad.
No pasará por allí ningún impuro, sino que él mismo estará con ellos.
El que ande por este camino, por torpe que sea, no se extraviará.
(Isaías 35:3-8)

Aún el desierto de Kalahari, que es enorme, con un poco de lluvia reverdece y se pinta de colores. ¿Y de dónde obtendremos nosotros agua para nuestra sequedad interior? Jesús dice “yo soy la fuente de agua viva”. No nos confundamos, la iglesia no es la fuente, ni los hermanos, ni el pastor, sino Jesús.

Ir a la presencia de Dios requiere de esfuerzo, eso es cierto. No va a ser fácil buscarle, pero no nos debe detener nada, hay que pagar el precio. Él nos reparará el ser interior y como consecuencia, el exterior también será remodelado.

Así te bendeciré en mi vida;
en tu nombre alzaré mis manos.
Como de médula y de grosura será saciada mi alma,
y con labios de júbilo te alabará mi boca,
cuando me acuerde de ti en mi lecho,
cuando medite en ti en las vigilias de la noche,
porque has sido mi socorro
y así en la sombra de tus alas me regocijaré.
Está mi alma apegada a ti;
tu diestra me ha sostenido.
(Salmo 63:4-8)

Dejemos que Dios termine la sequedad espiritual.