Proverbios 18:10 "Torre Fuerte es el nombre del Señor, a ella correrán los justos y se pondrán a salvo"

jueves, 18 de enero de 2007

Rendirnos a Dios

Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto (Romanos 12:1)

En los siguientes años Dios va a levantar un pueblo de adoración. Dios está buscando adoradores que le adoren en espíritu y verdad. Yo quería hacer todo para el Señor, pero entendí que antes que otra cosa Él quería que yo fuera un adorador. Lo que más le agrada a Dios es que nos rindamos a Él, antes que trabajemos. Él puede tener un regimiento de obreros, pero le faltan adoradores. Es interesante reflexionar que si Dios está buscando, es que no se encuentran con facilidad. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren (Juan 4:23)

La adoración requiere de algo que no es fácil de dar: un corazón rendido. Adoración y entrega van de la mano. Toda la obra de Dios comienza con un hombre o mujer que ministra a Dios y esto es equivalente a adorar a Dios.

Rendición no es fatalismo, excusa para la pereza o aceptar el estado actual de las cosas. Cuando yo me rindo a Dios, yo sacrifico mi vida, estoy dispuesto a sufrir para cambiar lo que es necesario modificar para servir ante quien me rindo. Cuando alguien, al ser asaltado, dice "¡me rindo!", indica que ya no va a oponer resistencia. En el mundo es sinónimo de perder, de derrota, de entregar todo.

Cuando nos rendimos a Dios indicamos que aceptamos que Él puede hacer con nosotros lo que quiera y a veces esto no es compatible con lo que queremos. Jesús no pide mucho, Jesús pide todo. El entregárselo es un acto voluntario.

Ser un verdadero adorador significa entregar cosas que amábamos, cosas que nos estorban para ser incondicionales a Dios. A veces se trata de sueños, que incluso pueden ser positivos, pero que causan estrés o consumen la vida. Cualquier pasión que pone a Jesús en segundo lugar, se convierte en idolatría. Tenemos un ejemplo de esto cuando Pedro y los apóstoles estaban pescando una noche, pero no habían conseguido nada (y esa era su profesión). Jesús les dice que echen las redes. Pedro, mostrando rendición, obedece, aún cuando no tenía sentido la instrucción para un profesional como él. El resultado fue un éxito rotundo.

Cuando alguien ha aprendido a rendirse, simplemente obedece, no discute, ni pregunta "¿por qué?" Dios no es difícil de agradar, lo difícil es convencernos nosotros mismo a obedecer.

Cuando no nos hemos rendido, es cuando aún queremos el control, o queremos manipular. Una de las cosas que no podemos controlar es la voluntad de otra persona. Una persona entregada deja de pelear por el control (y esto incluye el de la TV)

Obstáculos que no nos dejan entregarnos a Dios:
El primero es el orgullo. Es el más difícil. Se refiere a una persona que se sienta en el trono. En el capítulo 3 de Génesis, el Diablo le dice a Eva que será como Dios si come de la fruta prohibida. Desde ese tiempo, el hombre (y la mujer no se queda atrás) quiere ser el director de su propia vida. Cuesta trabajo admitir que somos meras criaturas. Un hombre orgulloso desea que se le trate como a Dios.

¿Se puede vencer el orgullo? Claro, siendo humildes. Una persona orgullosa es autosuficiente. Reconocer que necesitamos de otros y primeramente de Dios es un principio de humildad. Lo cierto es que nunca seremos como Dios, esa fue una mentira del Diablo.

Los golpes al orgullo son más difíciles de olvidar que los golpes físicos. Las personas que Dios más usa son las que reconocen humildemente que lo necesitan a Él. Muchas de ellas batallaron mucho para aceptar este hecho. Había una vez un predicador que buscaba almas, pero su única habilidad era la de dormir al publico. Un día hizo un viaje a Inglaterra para buscar a un famoso predicador (Spurgeon). No logró aprender nada durante el servicio. Por la noche, caminando, encontró a un predicador callejero que decía "El mundo aún no sabe lo que Dios puede hacer con alguien que se rinde a Él". En ese momento Moody, entendió y se rindió. De regreso en los Estados Unidos, en su primer mensaje todos los inconversos se entregaron a Dios y los conversos se mantuvieron despiertos. A partir de ahí Moody fue un gran predicador.

Pensemos qué necesitamos entregar para rendirnos. La persona orgullosa es contenciosa, la que se rinde es apacible.

Los otros dos obstáculos son el temor y la confusión, pero estos serán tema de otra entrega.