Proverbios 18:10 "Torre Fuerte es el nombre del Señor, a ella correrán los justos y se pondrán a salvo"

miércoles, 18 de abril de 2007

Obstáculo Para Seguir a Dios

Leemos en Lucas 18:18-25:
Un joven rico le preguntó, diciendo:
—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios. Los mandamientos sabes: “No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre”.
Él dijo:
—Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
Al oír esto, Jesús le dijo:
—Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste porque era muy rico. Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.


¿Quién no desea tener dinero? Y sin embargo es riesgoso.

El joven del pasaje representa a las personas que no pueden seguir a Jesús porque están esclavizadas por las cosas materiales. Este joven era piadoso y deseaba conocer más sobre las cosas de arriba, si no, no hubiera preguntado a Jesús acerca de ello. Sin embargo había algo que le estorbaba y Jesús lo sabía (Dios sabe qué se antepone en nuestra vida para seguirle). El joven seguía y practicaba las leyes judías. Jesús le dijo en forma un tanto radical: "¡vende todo y dalo a los pobres!" ¿No se le pasó la mano? ¿Por qué no le dijo "vende la mitad" o "da un diezmo"? ¿Tenía que ser “todo”?. Esto porque Él sabía que los bienes materiales ocupaban el primer lugar de su vida y sabía que de no ser radical, este joven se vería estorbado una y otra vez. No se puede servir a Dios y a las riquezas a la vez. Uno debe decidir a quién va a servir.

Cada día vivimos más y más en una cultura materialista, aún cuando no vivamos en un país rico. Desafortunadamente para el Señor no hay obstáculo más grande para que la gente lo siga, que un corazón material. Haga una prueba: pregúntese qué ocurriría con su cristianismo si desaparecieran las cosas materiales que usted aprecia. La mayoría de las preocupaciones hoy en día tienen que ver con lo material. Los libros que más se venden tienen que ver con el dinero, etc. Y no importa si la gente es pobre o rica. El rico quiere más y el pobre también quiere más. La única distinción es el punto de partida, no el anhelo por más y más.

Es importante distinguir que tener dinero no es el obstáculo para seguir a Dios. El problema es cuando el corazón está en el dinero, cuando este gobierna nuestras vidas, cuando la confianza está en las riquezas materiales. En medio de una cultura así, ¿qué debemos hacer?

Primero, Dios nos quiere llamar la atención sobre algunas cosas. Somos ricos comparados con la gente que vivió en la época de los años cuarentas y cincuentas. Una persona de ese entonces nos vería con extrañeza si supieran lo que tenemos y que aún así nos quejamos. Por ejemplo los viajes duraban mucho más en los medios de transporte de entonces.

Segundo, no valemos por lo que tenemos, valemos porque aceptamos a Jesús. ¿Es usted de los que se sienten mal cuando se compara con el vecino? ¿Se siente pequeño cuando una persona no cristiana estaciona su Ferrari junto a su compacto viejito? ¡Error! El patrón de comparación es falso.

El amor al dinero es la puerta a la desgracia. El dinero nunca nos va a dar lo que promete, es como el diablo. Nos conducirá a deshonestidad y falta de ética. ¿Ha pensado cómo pueden orar para prosperidad de sus negocios, un hojalatero, un abarrotero que vende cigarros y alcohol y uno que vende ataúdes?

El argumento de que acumulamos riquezas porque tenemos que asegurar el futuro, es vano. Sin Jesús, no tenemos el poder de hacer eso. ¿Qué poder real tiene el dinero sobre nuestro futuro? Se puede prever algo, pero no se puede asegurar. Lo que estamos diciendo a Jesús es: “Espera, porque primero tengo que asegurar mi futuro con mi patrimonio, porque no confío en ti en ese aspecto.” Un creyente que sigue a Jesús, está en paz porque su confianza está en Él.

Debemos resistir la tentación de aumentar el amor por nosotros mismos, por las riquezas. Jesús enseñó claramente que cualquier excedente de bienes materiales que Dios le permite a los cristianos acumular deben ser usados de manera creativa para impulsar la Palabra de Dios. Si tenemos un extra, usémoslo para glorificar a Dios. Por ejemplo, no se pueden enviar obreros al mundo sin dinero.

Recordemos que Jesús invito a sus apóstoles a ser austeros. Cuidémonos del amor a las riquezas, porque nos va a desviar del verdadero camino. Oremos por tener a Dios en primer lugar. El hará la obra. No se trata de no trabajar, se trata de trabajar, no para ser ricos, sino para servir a Dios.

Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?”. Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios. Lucas 12:20-21.¿En que banco esta invirtiendo usted? El valor de la persona es asignado por Dios, no por lo que posee. Así que coticemos con Dios.

jueves, 12 de abril de 2007

Perfil de Moisés

Moisés nació en una época complicada, en que Egipto era una potencia y además había orden de matar a todos los hijos de los hebreos. Muchas lecciones podemos derivar de su historia.

Un hombre de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una canasta, la calafateó con asfalto y brea, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos a la orilla del río (Exodo 2:1-3)

Dice en el verso 3 que no podían ocultarlo más tiempo, no se aclara por qué, pero es una oportunidad única para observar un despliegue de fe al poner al niño en el Nilo, en las manos de Dios. Recordemos que el Nilo era un río peligroso debido a su tamaño y a los cocodrilos que lo habitaban. Aún así, la madre prefirió el río al riesgo de que cayera en manos de los sirvientes del Faraón. Al dejar de tener poder sobre el destino de los hijos, se requiere un acto de fe para confiar que Dios va a tomar el futuro de ellos en sus manos.

Continuando con la historia, la hija de Faraón encontró al niño. ¿No parecen demasiadas coincidencias? Es irónico cómo Dios envió al futuro libertador del pueblo hebreo a la propia casa de Faraón de donde salió en primer lugar la orden de exterminar a los niños hebreos. La mujer fue movida a compasión (¿quién logra esto sino Dios?), una mujer de la realeza que dándose cuenta de que el niño era hebreo, aún así lo tomó.

Una lección clara para nuestras vidas es que a pesar de estar en medio de un río infestado de cocodrilos (y fuera del río, otro tipo de cocodrilos, quizá peores) debemos confiar que Dios está moviendo las cosas para bien de nosotros. Aún el arreglo de que fuera la propia madre la que terminó criando a Moisés (y con pago). Notemos cómo Dios proveyó la educación, protección y manutención de Moisés, un niño que había sido condenado a muerte aún antes de nacer. ¿Qué se requirió para que Dios actuara así? La fe de la madre.

En aquellos días sucedió que, crecido ya Moisés, salió a visitar a sus hermanos. Los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de sus hermanos hebreos (Éxodo 2:11)

Observemos que Moisés nunca perdió su identidad. Siempre supo que era hebreo aún cuando vivía en palacio. Pudo haberse quedado ahí, pero él sentía algo que lo llamaba. No menospreciemos los deseos que Dios ha puesto en nuestros corazones. Debemos tener la claridad de saber quiénes somos y a quién pertenecemos.

Entonces miró a todas partes, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. (Éxodo 2:12)

En el accionar de Moisés se percibe que no toleraba la injusticia y era un tanto enojón. Además, el hecho de que mató a un capataz quizá sólo con sus manos (no había armas de fuego en ese entonces), nos da indicio de que Moisés era probablemente un hombre fuerte.

Al día siguiente salió, vio a dos hebreos que reñían, y preguntó al que maltrataba al otro:
—¿Por qué golpeas a tu prójimo?
Él respondió:
—¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?
Entonces Moisés tuvo miedo, y pensó: «Ciertamente esto ha sido descubierto».
(Éxodo 2:13-14)

¿Qué motivaba a Moisés a fungir como mediador? Dios le había dotado con un sentido de justicia. ¿Qué ha puesto Dios en nuestro corazón?

En cualquier caso, la actitud de Moisés fue errónea al realizar justicia por su cuenta. Dicho error le costó salir del palacio, pero Dios lo usó para su propósito. No importa que hayamos cometido errores en el pasado, Dios nos puede usar.

Moisés sería después juez y gobernador del pueblo hebreo, pero su primer intento como mediador fue un fracaso. Cuando nosotros tratamos de hacer el bien y las cosas no salen bien, nos retiramos y nos desanimamos. Aprendamos de Moisés que luego de este fracaso fue llevado al desierto a ser pastor de ovejas.

Cuando una persona va a ser llevada a hacer grandes cosas, su estilo de vida debe cambiar, la forma en que se vive, debe de cambiar. Moisés no podía servir bien a Dios con lo que había aprendido en el palacio de Faraón. En Madián aprendió a habituarse a las condiciones de pobreza y se habituó además a la contemplación y a la búsqueda de Dios (¿cuánto tiempo pasa en soledad un pastor de ovejas?). Gracias a ello, Moisés se volvió uno de los más cercanos a Dios. Y eso surgió en el desierto. Es en el desierto donde Dios trabaja con nosotros, así que no nos resistamos si Dios nos quiere llevar a Madián (al desierto). La corte de Faraón le había enseñado mucho a Moisés: cómo ser soldado, hombre de estado, etc., pero no le podía enseñar nada acerca del Dios verdadero.

Haciendo un trabajo poco relevante, pastoreando ovejas, Moisés encontró la zarza ardiendo. Estando en soledad, si no buscamos a Dios, todo se vuelve una mala experiencia. Por tanto, aprovechemos los tiempos de soledad y los tiempos en el desierto para buscar a Dios.